domingo, 18 de febrero de 2018

Territorio hostil


Es una cafetería llena de pijamas y batas blancas, grupúsculos en ordenado caos en mesas con cafés con leche en vasos, con islas de personas con abrigos y bufandas que les estorban en el caloruzo de calentamiento global en que se mantiene la atmósfera, pero a los que les cuesta desarroparse, como si les sirvieran de parapeto ante aquellos otros seres de blanco inmaculado.

Es hora de churros y de croissants a la plancha. Es hora de desperezarse antes de enfrentarse a las listas de nombres que parecen multiplicarse en las sillas de plástico de las salas de espera. Es hora de echar algo para el estómago, lo que no dio tiempo antes de coger el autobús de madrugada para la capital. 

La llegada de los chavales casi en tromba desestabiliza la tranquilidad de la rutina matinal. Es juventud reventando en risas, conversaciones desenfadadas que no necesitan ningún recato, que despiertan envidias y recelos a partes iguales. Sí, hay vida y mucha en esos chavales que se dejaron las pestañas en los libros desde primero de la ESO y no han parado de perder horas de sueño desde entonces, de pasar exámenes como presos de guerra escapando saltando alambradas  de púas,  para llegar a vestir las batas que llevan remangadas, o colgadas en el hombro o debajo del brazo, pegándose a su nombre una R y un número, como si fueran antiguos Renaults. 


Se ve que disfrutan de ese rato robado a horas de pacientes, de informes, de libros de Medicina, de cursos, de guardias. 


Pero esa mañana hay una sutil diferencia. Hay un grupo que entabla conversación rápida y distendida con una mujer y dos hombres impecablemente vestidos, con carteras de piel descansando entre las piernas, trajes de chaqueta y corbatas, falda entallada por encima de la rodilla y sonrisa Profiden. El grupo se va haciendo mayor por absorción instantánea, extendiéndose como el chapapote hasta contaminarlo todo. 


Un par o tres de ellos han ido discretamente separándose de la mancha de aceite. Casi sin darse cuenta han bajado su tono de voz, han ido buscando la protección de la barra, aislándose en su rareza. Pero no se sienten cómodos, nadie se siente cómodo cuando le parece estar en pelotas y que todo el mundo le mira. El buen rollo es lo que tiene, sabe pirarse a la francesa, sin despedirse.


Los jefes no gastan tanto dinero en entrenamiento para que se le escapen vivos dos o tres pichones. La joven del traje de chaqueta y falda de Massimo Dutti se acerca tintineando los brazaletes con toda la desenvoltura de una diosa del marketing, con el blanqueado de los dientes brillando como en un efecto de dibujos animados. El pobre intento del mini grupo para colocarse en formación tortuga está muy lejos de la precisión necesaria para evitar a una profesional del asalto a posiciones fortificadas.

- Soy Tania. - El beso en la mejilla se queda en un ademán ridículo por culpa de una mano adelantada que busca un apretón frío y que no deje lugar a dudas. La profesional encaja el golpe como le han enseñado, pero salta a la vista que no está acostumbrada y que no es buena encajadora. Calla unos segundos esperando archivar los nombres que reciba en su disco duro portátil, el que guarda debajo de ese pelo tan rubio y tan liso. Pero los nombres no llegan y el segundo golpe la deja trastabillando a ojos vista. Rocky antes del ojo del tigre. 
- Tenéis los desayunos pagados, no os preocupéis. 

El último silencio es tan espeso como la niebla londinense. La vendedora decide que por hoy es suficiente. Al menos lanzar el anzuelo siempre puede ser un principio. Se disculpa con una intrascendencia y vuelve a lugares más fértiles.
Los cafés se han enfriado solo un par de grados menos que el ambiente, así que los tres jóvenes los apuran un tanto asqueados y piden la cuenta a la camarera.

- Nos han dicho que estaba pagado todo lo de los residentes.
-Mi desayuno me lo pago yo, gracias. Si ya os han pagado las consumiciones, pues quedaros el dinero para el bote.



3 comentarios:

isabel dijo...

Recuerdo que este era un tema especialmente delicado y toca....narices para ti.
Y lo sigue siendo a pesar del paso de los años
Un beso

Sanitaria dijo...

Es un gran alivio leerte Raul,y sentirme menos bicho raro

Raul Calvo Rico dijo...

Gracias Laura. Me encanta saber de ti. Un beso