domingo, 18 de junio de 2017

La medicina

 La medicina no es una profesión como cualquier otra. 

1/ Se está cerca de la muerte (y se certifica).

La habitación estaba oscura. Los encajes de la cortina apenas dejaban pasar dos o tres rayos de sol que convertían el escenario en fantasmagórico. La cama era alta y bajo las colchas ella apenas movía delicadamente el pecho, con los ojos cerrados y los rasgos afilados que el médico ha visto en tantas ocasiones. 

Huele a colonia Lavanda derramada a mares intentando disimular el olor nauseabundo que se ha empeñado en amargarle sus últimos días desde un abdomen podrido. 

En el aparador reposan ordenadas tres o cuatro jeringuillas sobre una hoja escrita en trazos gruesos de rotulador. 

La vida se lo está tomando con calma pero la muerte no tiene prisa. Ya se enseñorea de todo como la auténtica dueña. 

El médico acerca su oído a la boca de la mujer y percibe aún con mayor claridad la descomposición. Luego acaricia delicadamente la piel de porcelana china. 

Volverá al terminar la consulta. Seguramente ya se habrá ido. 


2/ Se entra dentro del cuerpo

La residente está un tanto incómoda sentada en un taburete que la hace sobrepasar al tutor y a su paciente en una cabeza. No hay mesas entre ellos, están sentados unos junto a otros como si fueran unos amigos en una cafetería. Fue de las cosas que más le sorprendió desde el primer día. 

- Hoy no vengo preparado. 
- No te preocupes. Quedamos en unos días. Pero tendré que mirarte la próstata. 
- Buff, no quisiera. Ya sabes que no me lo han hecho nunca, y es una cochinada. 
- Te prometo que seré muy delicado. Si quieres te canto algo. 

El paciente sonríe con la broma y la residente se pregunta cuántos años tardará en poder hacer esa Medicina. 


3/ Se toca la piel, incluso lugares íntimos

Está tumbada en su cama articulada. Le cuesta mover los kilos, mucho más desde que lleva esos clavos de acero en las piernas. Cuando el médico y su residente llegan a verla, intercambian las bromas de rigor que se han convertido en válvulas de escape del dolor de la vida. Y ambos lo aceptan tal cual. 

Pero ahora, al intentar colocarse, la cara escupe un rictus que no puede pasar inadvertido para nadie. Con cuidado, se remanga el camisón y separa las piernas.  Una úlcera tremenda enmarca sus genitales. El médico se coloca un guante azul y con delicadeza palpa la úlcera. El grito de dolor le pilla desprevenido y retira el dedo. 


4/ Se penetran todos los orificios

- ¿Qué, vienes ya preparado?
- Joder

El paciente se levanta cabeceando y se coloca junto a la camilla. Empieza a desabrocharse torpemente el cinturón. El médico le pone una mano en el hombro y le explica despacio como colocarse. Él se baja los calzoncillos sin apartar la mirada de la pared. 



5/ Se indaga en la mente, lo íntimo y lo oculto

El paciente entrecorta sus frases con nudos en la garganta que parecen avergonzarle y le hacen bajar la vista. Se quita las gafas y saca un pañuelo de tela de los de toda la vida. 

Acaba de explicar al médico por qué quiere quitarse la vida cada lunes por la mañana, cuando regresa a su casa junto a su mujer y su hija tras haber estado trabajando todo el fin de semana en un restaurante en la capital. Le ha contado por fin que está profundamente enamorado del jefe de cocina, un mocetón moreno de rizos agitanados que le quitan la respiración. Y que no soporta volver a una vida que le pesa como un muerto. 

Dice que no lo volverá a hacer, pero no es eso lo que el médico lee en sus ojos. 


6/ Se cambian causas de muerte

- Lo siento, no tengo ni idea de por qué ha muerto su madre. Según me dicen en la residencia esta mañana están bien, hablando y comiendo con normalidad. Y esta madrugada, cuando han hecho la ronda los auxiliares de noche, se han asombrado de encontrarla fallecida y me han llamado. 

- Ya, ya sé que ustedes no quieren líos, que no quieren ni oír hable de autopsias o de retrasar el entierro

El médico cuelga el teléfono, y mientras rellena el certificado de defunción, alejándolo un poco para que las letras no se emborronen, piensa en lo triste que debe ser morirse a cien kilómetros de tus seres queridos, en una habitación con olor a orina y a sudor. 

Causa inmediata de la muerte: Infarto de miocardio.  


 7/ Se elimina/alivia el dolor patológico

El anciano necesita sus rodillas para pasear por la playa de Gandía, para mirar a las alemanas ponerse del color de los cangrejos mientras se come un helado de cucurucho de esos que le tienen prohibido todos los médicos menos el suyo de cabecera. 

Se tumba en la camilla esperando, aunque sin miedo. No es la primera vez que ve al médico trastear con las agujas y las jeringuillas. Bromea con la vidorra que le espera en la playa mientras siente entrar la aguja y una quemazón intensa. Ya se ve con las olas golpeándole en los tobillos. Sonríe. 


 8/ Se contribuye a la paz/bienestar social

Ella viene a última hora, sin cita, como casi siempre. Llega contenta, con una carpeta de papeles bajo el brazo. Por fin le han concedido esa pequeña pensión que había solicitado. Viene a darle las gracias por haberle rellenado los papeles y haber hablado con la trabajadora social. El médico le quita importancia pero ella intenta darle un beso en la mano. El siente que apenas ha hecho nada, piensa en todo el tiempo que no puede dedicar a ese hombretón que siempre que le ve en el sillón de su casa, sonríe bobaliconamente desde su cerebro medio deshecho. 


Historias basadas en la primera parte de un texto de Juan Gérvas publicado en una serie de tweets en Twitter el 24 de mayo de 2017. 




2 comentarios:

Marta dijo...

Así es la medicina, nos colamos, con toda la profesionalidad, cercanía y delicadeza posibles en los entresijos de la vida (y el cuerpo) de nuestros pacientes.

Un saludo!

Raul Calvo Rico dijo...

Cierto Marta. Saludos también para ti