- Mi madre se llevó el gran disgusto de su vida cuando le dije que estaba pensando en convertirme en médica de familia. Me dijo: ¡hija, pero con lo que tú vales!
- Usted no sabe doctor lo que es estar encerrada en este pueblucho de mierda viendo las mismas caras día tras día. Estoy harta de las pastillas. Todo se me quitaría si pudiera volver a ver mi selva aunque fuera sólo unos días.
- La otra noche estuve en urgencias en el hospital. Me atendió un chico joven alto, tímido. Yo estaba atacada de los nervios, estaba en ropa interior debajo de una sabana áspera, sóla, esperando que alguien se asomara apartando las cortinas, con un dolor de cabeza que pensaba que me iba a estallar. El chico era muy tímido, parecía que no podía con el montón de bolis, libretas y libros que llevaba en los bolsillos de la bata. Le costaba mirarme a la cara. Casi no le oía y al final se me saltaron las lágrimas del dolor. Se puso muy nervioso, se notaba a la legua.
- No puedo tener este niño, doctor. Ya tenemos tres, la pequeña no llega al año. Apenas tenemos para comer con lo que saca mi marido haciendo chapuzas, sin seguro, sin nada. No puedo pagarme el aborto, no puedo pagar ni los anticonceptivos que me recetó. Ya vio usted mi casa el otro día.
- Necesito empezar más tarde la consulta, tengo que llevar a los niños al cole por la mañana. Mi marido con sus turnos lo tiene casi imposible, y a los niños les gusta que les lleve su madre. No te preocupes, luego me quedo hasta más tarde, te lo prometo.
- No se cómo decirle a mi marido que en casa sólo siento una enorme tristeza. Me gustaría estar a cien mil kilómetros. Prefiero estar en el trabajo, a pesar del asqueroso de mi jefe. No me creerá, no querrá hacer nada para arreglarlo, y casi me alegro, ya no queda nada que arreglar. Pero no tengo valor para decirle nada.
- No sabe lo que es, doctor, que se te muera un hijo. Fue hace más de carenta años y no paso un día sin recordar su cara. En realidad, cuando más sufro, es cuando tengo que mirar sus fotos porque empiezan a difuminarse los recuerdos. ¡Qué traidora es la memoria, que te juega esas malas pasadas!
- Lo que peor llevo es que sea la supervisora la que me esté amargando, que sea incapaz de ponerse en mi pellejo. Que necesito disponer de mi vida, que tengo derecho. A los políticos les falta tiempo para hacer leyes de conciliación, que son sólo quimeras que quedan bien en los papeles y en las palabrería que te sueltan los sindicatos. ¡Qué lejos queda todo de la realidad! Y no poder quejarte porque eres afortunada de tener un trabajo fijo. Pues me quejo, estoy harta y me quejo.
- No pienso tomar ni una pastilla más, doctor, estoy más que harta. Sólo quiero que alguien me escuche, que alguien deje de mirarme con desprecio por estar gorda, de culparme por estar enferma. Ya sólo quiero que me dejen en paz. Por favor, no me mande a ningún especialista, sólo he venido a presentarme y a explicarle por qué voy a dejar todos los tratamientos.
- Con esta tripa inmensa tengo que hacer guardias en el hospital, tengo que estar veinticuatro horas pasillo abajo y pasillo arriba, saltando de un paciente a otro, con las piernas hinchadas y meándome a reventar. Pero si dejo de hacer guardias, después me quedará un sueldo de mierda durante los cuatro meses de maternidad.
- La neuralgia me vuelve a dolor y me tiene loca. Aborrezco las pastillas porque me marean y la lengua se me pone como una zapatilla, reseca y pegajosa. Tengo cincuenta y un años, en mi vida he estado tan gorda, aunque usted siempre me diga que me ve fenomenal, me pesan terriblemente las tetas, y el imbécil de mi marido se cabrea cuando me ve abanicarme y abro la ventana del dormitorio.
- Sólo me quedan tres años para jubilarme. Llevo desde que tenía veintitantos trabajando como una mula, pero me encanta. No creo que haya otra cosa que me haya dado más satisfacciones. Los hijos, los nietos. ¡Cómo no! Pero una matrona tiene miles de hijos y nietos, y miles de hijas asustadas creciéndoles las barrigas que sólo quieren que alguien las sonría para sentirse menos sólas. Y ahora que necesito cuidar a mi marido, la empresa no encuentra la manera de dejarme terminar estos tres años, de dejarlo como siempre había imaginado. Tengo que irme casi como una presa que saliera de la cárcel, de un día para otro, sin nadie esperándola allá afuera.
- Todos me gritan porque se creen que estoy loca, me aturden, no me dejan en paz. Ya sé que madre se va a morir, o se piensan que soy gilipollas. Sólo quiero que se olviden de mi, qué necesidad tienen de estar restregándomelo todo el día por la cara.
- Hace un par de meses estuvimos en el despacho tomando unas cervezas y un aperitivo que se pagó mi co-R porque va a ser padre. Le dejaron entre todos las espalda roja como una cereza. Yo la verdad no tengo aún ninguna gana de ser madre, ni siquiera se si mi relación seguirá adelante, cada vez me parece más improbable. Pero he visto las caras que pusieron cuando la nueva adjunta dijo que estaba embarazada, y he oído comentarios de refilón. Mientras tanto, hay que echarle horas en el quirófano, en la planta y en la consulta, la que más. A ver cómo les digo que me gustaría tener más tiempo para mis cosas.
- Claro que me acuerdo de lo que hice ayer de cena: una tortilla francesa y me puse una manzana en el microondas. No, no se me olvida nunca apagar el fuego. Pues claro que le echo de menos, no hace ni un mes, pero el tiempo pasa y me apaño bien sola, en mi casa. Mi nieta está estudiando y los bisnietos están de graciosos, usted no sabe, y cómo se crían de hermosos.
- Mi marido me engañaba con una chica de su trabajo. Estoy destrozada, pero no voy a hacer nada, no con los niños a esta edad. El dice que ha sido una tontería, una inmadurez. No tengo cabeza para concentrarme en lo que me dicen los pacientes, me da miedo meter la pata, y no se qué hacer.
- Doctor, ella nunca quiere venir a verle, pero cuando estamos durmiendo por la noche a veces se le para la respiración. Son unos segundos pero a mi se me detiene hasta el alma. Llevamos viviendo juntas casi veinte años y hasta que no se le retiró la mestruación y empezó a coger algún kilito nunca le había pasado. Pero cuéntaselo tú. Seguro que ahora le dice que como yo fumo toda la habitación huele a humo. Si lo pienso dejar el día de tu cumpleaños, de regalo.
- El MIR me ha salido fatal, estoy muy decepcionada. Llevo seis años estudiando a mil kilómetros de mi casa y estoy más que harta. Ni siquiera tengo claro si lo que siempre he querido ser sigue siendo lo que quiero o es sólo la propia inercia de tantos años con la decisión ya tomada. ¡He desubierto que me gusta tánto la medicina de familia!
- Ya he abortado. Todo ha sido muy rápido. Me encuentro bien, sin molestias. Por favor, vuelva a mandarme los anticonceptivos. Sacaremos el dinero de donde sea. No, el no quiere hacerse la vasectomía, le da miedo. Los hombres son unos chiquillos.
- Al final he decidido no abortar. no se cómo saldremos adelante, pero no soportaba la tristeza. No otra vez.
- Qué pinto yo ya en esta vida, doctor, dando guerra a la familia en esta residencia, haciendo a los pobres venir a verme con lo atareados que están con sus cosas y sus niños. Y haciéndole venir a usted cada dos por tres. Aunque les diga que no le avisen no me hacen ni caso. Por favor, no me mande usted al hospital, ya sabe la que se lía, total para nada.
Gracias a todas y cada una de las mujeres que han pasado y siguen pasando por mi vida. Tengo cuatro hijos, todos varones. Y el compromiso personal de esforzarme en hacer una sociedad más igualitaria, en mi día a día, y especialmente donde puedo tener un efecto de futuro y multiplicador, en la educación de mis hijos. Feliz día, mujeres.
6 comentarios:
Pero Natalia, si yo no te he bloqueado! Acabo de ver que habías escrito un comentario pero lo has borrado.
Desde qué escribí el post no había entrado a ver si había comentarios!
Siento no haberte contestado antes, a veces tardo porque estoy muy liado y tengo bata te olvidadas en general todas las RRSS excepto Twiitter.
Otra vez mis disculpas.
Historias de mujeres desde sus historias individuales, una recopilación muy valiosa de relatos de vida de mujeres y de las vivencias de un médico familiar.
Solo la longitudinalidad y la continuidad en la atención haran que un profesional llegue a tener el privilegio de custodiar en sus memorias estas historias.
En mi país hay muchas historias se callan y se van con la misma paciente, por factores de la mujer o del médico, diversos, propios del profesional o a causa del sistema todavía netamente biologicista.
Gracias por compartirlo.
Abrazos desde Ecuador
Gracias Felipe. En todas partes esas historias se van en silencio más veces de las que se quedan en nuestros recuerdos. Pero son de una enorme riqueza y nos mantienen latiendo el lado más humano de la Medicina.
Otras vez, grcias por leerme desde tan lejos. Fuerte abrazo
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